Peligro, minas

Saleh tiene 38 años y lleva toda su vida viviendo en los Altos del Golán, la parte de Siria que Israel ocupó en 1967 durante la guerra de los Seis Días. Por esa época, pueblos enteros fueron arrasados y sus habitantes, cerca de 150.000 personas drusas y árabes en su mayoría, expulsadas a la fuerza. Únicamente sobrevivieron cuatro poblaciones, que en la actualidad cuentan con unas 30.000 personas que mantienen la reivindicación de su identidad nacional siria y sólo pueden poder optar a una ciudadanía israelí con restricciones.

Después de más de cuarenta años, Israel todavía no ha devuelto a Siria estos 1.200 km 2 de terreno que, además de constituir un enclave estratégico (ya que toca Israel, Líbano, Jordania y Siria), contiene alguno de los mayores acuíferos de la zona.

Por ser un enclave militar estratégico para Israel, la mayor parte del terreno que rodea a estas poblaciones está sembrado de minas, que limitan enormemente la movilidad de la población local, así como el acceso a sus terrenos de cultivo. En la actualidad, entre los restos de las poblaciones árabes destruidas entre 1967 y 1973 (guerra del Yon Kippur), se observan los carteles amarillos que indican en inglés, árabe y hebreo la existencia de minas en el terreno.

En 1982, cuando Saleh tenía doce años, los campos minados no estaban señalizados de ningún modo. Paseando con dos amigos por un campo, Saleh pisó una mina, que al estallar se llevó su pierna y brazo derecho, dañándole también el ojo.

A pesar de que al principio le daban por muerto, Saleh sobrevivió, pero el accidente le supuso muchos meses ingresado en el hospital de Haifa y secuelas importantes irrecuperables. Cuando vieron que saldría con vida, su familia llevó a juicio al Estado de Israel, pero el tribunal de justicia de Haifa falló en su contra alegando que la responsabilidad del accidente era suya por pasear en un campo minado. Saleh afirma que “no le indemnizaron y ni siquiera le pidieron disculpas”.

Hoy Saleh ha superado su discapacidad y es dueño de una empresa de construcción. Al preguntarle si siente rencor u odio por lo que le ocurrió siendo niño y por la forma en que ha marcado su vida, Saleh dice que hoy lo ha superado, y que está “lleno de amor a la vida”. Saleh sufre enormemente, “todos los días”, pero más que por lo que le ocurrió a él, por la posibilidad latente de que “pueda ocurrirle lo mismo mañana a otra persona”. Los niños y niñas que aún no saben leer ni árabe, ni inglés ni hebreo no entienden los carteles y pueden pisar una mina por accidente, igual que le ocurrió a él. Por eso, el único odio que siente hoy es “hacia quienes no quieren cambiar la situación”, refiriéndose al hecho de que Israel hace caso omiso de las numerosas peticiones que se elevan para desminado de la zona.


Saleh está seguro de que “al gobierno no le preocupa las cosas que puedan ocurrir”, por eso aprovecha cualquier oportunidad que se le presenta para contar su historia, con la esperanza de que sirva para que la gente tome conciencia del peligro que entrañan las minas y se continúe presionando para que se limpie la zona. Confía en la utilidad de esta tarea de denuncia, ya que según él mismo cuenta: “cuando me ocurrió el accidente, la mayoría de vecinos de la zona no veía el peligro de las minas, se convivía con ellas con cierta normalidad”. En cambio, hoy todo el mundo en la zona es consciente del riesgo que entrañan para los y las habitantes de los Altos del Golán. Saleh es la prueba viviente.

Comentarios

fenway ha dicho que…
Me encanta como luce tu blog.Yo la verdad es que no soy diestro en decorar el mio.Es todo un desastre,de tal modo que en dias pasado me puse a inventar y le di croma que no veo mis escritos.jejejee.Pero me acabo de vincular a vuestro blog.

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