De cómo contamos lo que pasa en el mundo
Nos hemos pasado años quejándonos
de que la gente no se movía, no colaboraba.
Decíamos que “nuestros temas” no interesan a la sociedad, que la gente no se
mete “en política” (toda nuestra propuesta es política) y que luchábamos contra
toda la potencia desmovilizadora del
sistema. Un sistema cuya punta de lanza visible eran los medios de
comunicación, que no prestaban la suficiente atención a esos temas, o que no
los abordaban desde los puntos de vista adecuados. En consecuencia, la gente no tenía la información que les
permitiera reaccionar frente a esas situaciones injustas, y apoyar nuestros esfuerzos para
cambiarlas.
En 2011, como a todo el mundo, la
eclosión a lo largo de todo el mundo de movimientos sociales (informados y con
capacidad de propuesta) pilló a las ONG tradicionales por sorpresa. Como a todo
el mundo, si, pero se supone que nosotras tenemos esa conexión con la base, con
las inquietudes de la gente, y que podíamos verlo venir. Y no fue así.
El hecho es que a la gente sí le importa la política, y que la gente se moja y se
implica para cambiar las cosas que no van bien en el sistema. Pero para
ello necesitan tener la información completa, no sólo la versión interesada que
ofrecen los medios de masas. De hecho, aunque no es el único, uno de los
factores que permitió a la gente informarse (que es el primer paso para
organizarse y actuar) fue el acceso a
otras fuentes, más directas y menos interesadas, a través de internet y de
las redes sociales.
Es verdad que las ONG llevábamos
años un poco ensimismadas, centradas en una forma de hacer las cosas basada en
la gestión, que se había ido
desvinculando progresivamente de “la calle”. Pero está claro que no todo lo
hemos hecho mal: temas como la deuda ilegal, los derechos sociales básicos, el
derecho a la participación política, y tantos otros que hoy forman el
background de las demandas sociales, ya formaban parte de nuestra agenda desde
hace años. Tenemos experiencia y tenemos conocimiento generado al respecto. Y,
en la medida de nuestras posibilidades y nuestra capacidad de influencia, los
difundimos.
Pero el análisis es que algo
estábamos haciendo mal. Algo ha fallado,
y es nuestra capacidad de CONTAR y de CONECTAR. De generar narrativas
diferentes que expliquen bien la realidad, y de articular a personas y
organizaciones que la quieren cambiar. Y eso los movimientos sociales lo hacen
muy bien.
Así que ONG y movimientos estamos hablando
y trabajando los mismos temas.
Además, compartimos en parte la estrategia
de usar las dos vías a nuestro alcance: trabajar en parte desde dentro del
sistema (paliando sus consecuencias sobre la vida de la gente) mientras en
paralelo aportamos propuestas de reconfiguración de ese sistema para que sea
más equitativo.
Y sobre todo reconocemos la importancia de que la gente tenga acceso a
la información que le permita tomar
postura, y a la información que les permita conocer las opciones que tienen
a su alcance para actuar. Para esto
último, las Ong hemos llegado tarde y mal a las posibilidades que nos ofrecen
las redes sociales. En general, las hemos usado en una lógica únicamente de difusión (igual que veníamos haciendo con
los medios tradicionales), buscando “seguidores” y no iguales con quienes
dialogar y a quienes abrirnos para que nos ayuden a construir nuestra
propuesta.
Así que las organizaciones de
desarrollo y los movimientos sociales compartimos muchas cuestiones de fondo,
pero hemos venido desarrollando formas y
métodos de trabajo y de articulación muy diferentes.
Como ejemplo de cómo se percibe
nuestra actitud, hace unos días, en Túnez, mientras buscábamos puntos de trabajo
conjunto entre ONG y movimientos sociales en la región Mediterráneo – Norte de
África, un activista libanés nos decía muy claramente, refiriéndose a las ONG: “es que no os necesitamos. Podemos compartir
objetivos y podemos caminar juntos para conseguirlos, pero no os necesitamos para organizarnos ni para movilizarnos”. Y
eso es estupendo. Pero eso, a las ONG nos exige abandonar en cierto modo
nuestra prepotencia y nuestro convencimiento de que tenemos la clave de cómo hay que trabajar para promover los cambios
sociales necesarios para alcanzar un mundo más justo. Sabemos mucho, pero
también tenemos mucho que aprender de otros, porque es la única forma de
encontrar soluciones globales a problemas que ya lo son.
Y en mi opinión esto es un poco lo
que nos ha venido pasando a las ONG en relación con los y las periodistas en
los últimos años. Que de tanto levantar el dedo y erigirnos en árbitros de lo
que está bien y lo que está mal (en este caso bien o mal contado), acabamos por
perder legitimidad en la interlocución
con periodistas. Que, además, para sacar adelante su trabajo se las ven con
la precariedad en su día a día laboral, con los objetivos empresariales de los
medios en lo que trabajan y con las rutinas dominantes en ellos.
Así que la fiscalización del trabajo de otros ya no sirve como modelo. No
funciona, no es propositivo, y genera relaciones de desconfianza. Hoy las
organizaciones sociales tenemos dos
elecciones para intentar influir en el discurso dominante, para intentar
colocar en la agenda temas y formas de abordar esos temas, y por consiguiente
para influir en la forma en la que la gente (la opinión pública, la
ciudadanía), los percibe y reacciona frente a ellos.
1 Hazlo tú mismo: posicionarlos nosotros mismos en el discurso,
elaborar la información que manejamos, nuestra versión e interpretación de la
realidad y difundirla a nuestros públicos y vía redes sociales. Y aceptar
dialogar con esa sociedad al respecto, para construir discurso y propuestas de
forma colaborativa. Eso nos lleva a la segunda vía:
2 Hazlo con otr@s: Movimientos sociales, otras ong, personas,
investigadores/as, etc… en una construcción colaborativa del discurso. Para
esto también se usan las redes sociales, no sólo para difundir. Cuando se
trabaja colaborativamente, debemos estar dispuestas a compartir nuestra
información, nuestros contactos, nuestro expertise, y a asumir la pérdida de nuestro rol protagonista como organización.
Pero los resultados y los impactos compensan.
Y en este hacerlo con otr@s los y
las periodistas son ALIADOS (no contactos) fundamentales. Aunque tengamos
nuestras propias herramientas no se puede despreciar el potencial, el alcance y
la difusión de los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los
emergentes. Y aunque nuestros objetivos son diferentes, existen una serie de recursos que las organizaciones podemos
poner a su disposición, que les facilitan el trabajo y que pueden influir
en cómo se abordan estos temas y en el tipo de información que aparece:
a) Conocimiento, información, herramientas que podemos compartir
b) acceso directo a fuentes que conocen y trabajan un tema: redes de personas y
organizaciones con discurso en muchos lugares del planeta. Pero hemos de estar
dispuestas a no ser “portavoces”, sino a ceder los contactos. Dejar de lado el
ego institucional y pasar a intentar influir en contenidos.
Esta forma de trabajar es menos medible y es menos rentable en
términos de visibilidad institucional, de la lógica de mercado que veníamos
aplicando, en la que unas ONG competimos con otras para “captar” donantes. Pero
desde luego el impacto es mucho mayor
si lo que queremos es una ciudadanía informada, implicada y “empoderada” para
cambiar las cosas.
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