De oenegera a oenegera

Querida compañera,

Te escribo para decirte que lo que hacemos no sirve para nada. Que YA no sirve, más allá de mejorar algunas vidas concretas de personas concretas en comunidades concretas. 

Que tu proyecto, que tan escrupulosamente formulas, gestionas y revisas en colaboración con otra compañera de otra ONG “socia”, de un país “del Sur”... no cambia el mundo. No consigue que las cosas sean más justas, ni para tí, ni para ella, ni para nuestros “beneficiarios y beneficiarias”.

Lo siento, sé que es un palo. Sé que cuando te metiste en esto, pensabas que era la mejor manera de ser coherente con tus principios, tus valores. Sé que pensabas que “la cooperación” era, si no la solución, al menos sí parte de ella. O como mínimo de las pocas formas prácticas de trabajar por aquello en lo que crees.

Y quizás fue así durante un tiempo. En ese tiempo en el que estábamos tan convencidas de que nuestros derechos, nuestra forma de vida, nuestro respeto a los derechos humanos y las libertades, nuestro “Estado del bienestar” eran lo deseable... que había que exportarlo y permitir al resto de países acceder a todo eso. 

Países a los que además, nos esforzábamos en llamar de una forma correcta: Menos avanzados, menos desarrollados, pobres, empobrecidos... Porque todo lo que hacemos lo hacemos desde un plano de igualdad y no queremos marcar jerarquías. 

Aunque, jerarquías o no, la realidad es que tu financiador te pone los plazos a tí, y tú se los pones a tu “socia”, que te tiene que enviar el listado de fuentes de verificación, las facturas y el informe de actividades en plazo, no vayamos a tener que devolver la subvención. Porque así funciona el sistema, y nosotras somos parte del sistema.

Y no me digas que lo que hacemos las ong es trabajar para cambiar el sistema, por favor... Eso déjalo para las campañas de captación (aunque nuestros compas de “fundraising” nunca nos permitirían decirlo así, so pena de sonar demasiado radicales...  queda mejor “cambiar el mundo” o “construir un mundo mejor”, desde luego. Aunque sea mentira.

Porque nosotras lo que hacemos es poner parches al sistema e impedir que reviente. Eso ya me lo decía nuestra compañera de Guatemala hace muchos años. Se preguntaba “¿no sería mejor dejar que todo explotara y permitir la revolución que necesitamos?”.

Y bueno, a pesar de nosotras, al final eso es lo que está pasando. El modelo del crecimiento y el mercado se ha demostrado demasiado voraz como para que nuestros parchecitos sirvan de algo ahora. Además, ese modelo nos está dejando tiritas cada vez más pequeñas para taponar hemorragias cada vez mayores, y cada vez menos localizadas: los derechos humanos se violan en los CIEs de Aluche, en las cárceles chinas o en los calabozos de Moratalaz. El acceso a una vivienda digna empieza a ser tanto una utopía Barcelona como en un suburbio de Nairobi. La salud no es universal  y accesible en Sevilla ni en Quito. Las personas cuentan menos que los bancos o las empresas, no importa en qué lugar del mundo hablemos.

Siempre he creído que si te esfuerzas consigues lo que quieres. Además se supone que tu y yo estamos en la edad más productiva, la edad de progresar y mejorar. Pero incluso aquí, quienes somos tan afortunadas que conservamos nuestro trabajo, hemos perdido la seguridad y la confianza en el futuro. Nos vendieron historias que hoy se demuestra que son falsas, y lo pagamos con frustración.

Trabajo para ganar dinero para echar gasolina al coche para venir al trabajo. Esto no es vida, siempre corriendo para llegar tarde a todas partes.

Entonces, ¿qué modelo es ese que queremos exportar?

Los problemas YA son globales. Pero nuestras propuestas de solución siguen siendo locales. No podemos esperar tener éxito si seguimos así.

Aunque cuando las cosas iban bien no sospechara que me están timando, ya lo veo del todo claro.
Y veo que no estoy sola. Veo que a lo largo y ancho del mundo, la gente se hace una pancarta de su frustración y sale a la calle enarbolándola y exigiendo un mundo diferente. Exigiendo justicia.


La buena noticia es esa: que, de la misma forma que somos parte del problema, también somos parte de la solución. Y más que como “oenegeras”, como ciudadanas. El día en que nos demos cuenta del poder que tenemos y empecemos a ejercerlo juntas, con tantas otras personas y movimientos que ya lo están haciendo a lo largo y ancho del planeta, muchas cosas cambiarán. Y todas para mejor.



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